Amigos en el servicio:

Desde que tenemos uso de razón enfrentamos retos, algunos mayores que otros, más o menos difíciles, a veces nos rendimos y otras perseveramos hasta alcanzar la meta y así transcurre nuestra vida.

Quienes tenemos la fortuna de gozar de todas nuestras capacidades a veces nos rendimos; ya sea en una posible para nosotros, ¿seremos capaces de acometer la tarea? ¿lograremos la meta?

Quiero dentro de este contexto referirme a un hombre cuya historia de vida en lo personal me sorprendió. En el juego de la vida no le tocó una buena mano pero él no se rindió y sin duda creo; vivió una vida plena.

Fue en 1952 a la edad de 6 años que contrajo Polio, era uno de los más de 21.000 casos registrados ese año en los Estados Unidos de Norteamérica. Los médicos fueron lapidarios, no viviría mucho tiempo. A partir de ahí su vida cambio y por casi 72 años vivió condenado a un pulmón de acero.

Este niño no acepto las cartas que la vida le dio, desarrollo técnicas de respiración que le permitieron poder salir por algunas horas de su cárcel de metal y respirar por si mismo; eso sí a costa de un gran esfuerzo. Estudió y termino el colegio. No se quedó ahí, fue a la Universidad y se graduó de abogado. Y no contento con ello litigo en corte por más de 30 años. Paralelamente escribió un libro narrando su historia de vida y lo hizo con una varilla en su boca y en el otro extremo un lápiz con que presionaba las teclas del teclado. Además era un activo TikToker que difundía la importancia de las vacunas.

La segunda semana de marzo, su vida se apagó, Paul Alexander o “Polio Paul” como era conocido ya descansa, no era el último sobreviviente de polio pero se convirtió en un símbolo no solo de los devastadores efectos de la enfermedad sino de la capacidad del ser humano de sobreponerse a la adversidad.

Para quienes creemos en la promesa hecha por los rotarios a fines de los 70, Paul sin duda era un ejemplo y debe ser una guía para que nunca más un niño sea condenado al sufrimiento y las secuelas de Polio.

Buen viaje Polio Paul, gracias por enseñarme mis discapacidades